lunes, 6 de agosto de 2012

LOS AUROROS EN LIBRILLA



Reproducimos el artículo, que dedico don Mateo García (cronista oficial de Totana) a Antonio “el Marinero”, hablando de las Cuadrillas de Librilla, inexistentes en la actualidad, aunque aun quedan miembros, como Alfonso “el Pollo”, que recuerdan aquellas salidas por las calles del pueblo, cantando y como no disfrutando.


ANTONIO “EL MARINERO”, UNICO SUPERVIVIETE DE LOS AUROROS

Antonio “el Marinero

  EVOCANDO UN PASADO

Aún se oye en la distancia el eco de las campanillas que agitaba Antonio el Marinero, único superviviente, junto a Blas Espada, de la célebre cuadrilla de Auroros de la villa del Orón. Antonio de origen humilde, de agitada vida pasional, de suprema sencillez, vive evocando un pasado que  le roe la entraña en un regusto se mi perdido de sabores añejos que hicieron historia en la historia de la Isnn Librilla. ¡Qué buenas voces tenían Diego Porras el Talega y el Tío Correas! Era sorprendentemente emotivo asomar al balcón en las madrugadas para escuchar los cánticos, o en los días de frío apostarse tras las ventanas para acompañarles “inmente” en los rezos y las estrofas cantarinas.

 LA CUADRILLA

La Cuadrilla avanzaba tomando al asalto sigiloso cada callejuela; se cantaba todo el año y en Semana de Pasión y cuando había algún difunto reciente se rezaba. Precedían al grupo el estandarte y los faroles con su luz mortecina. A veces, hace cuarenta, cincuenta y muchos más años, se encontraba a algún encapuchado fantasmal vestido de penitente, un a modo de nazareno, salido de la órbita cuaresmal que iba (de ahí la leyenda de fantasmas pueblerinos), de su casa a la iglesia y del recinto sagrado a la ermita del cementerio viejo, donde hoy se halla el monumento al Sagrado corazón.

Lo hacían en cumplimiento de alguna promesa; llevaban una luz, arrastraban penitentes cadenas, se flagelaban con cilicios, no asustaban a nadie, salvo a los niños que les tenían por referencias, ya que a aquellas horas imagino estarían de siete sueños o bajo siete mantas arrebujados en el leco y temerosos. Aparentaban almas en pena, seres salidos de otros mundos, y algunos eran seguidos por los guardias y serenos que les protegían.

EL TIZNAO

La ronda de cuadrilla ánimas seguía su camino; luego en los días festivos, pedían de casa en casa. Les daban una o dos perrillas, a veces un real. Y conseguían reunir ocho o nueve pesetas para la Hermandad, para el aceite de las lamparilla, los cirios y… ¿Por qué no decirlo?, para tomarse unos “golpes” en la casa de El Tiznao, cuya madre tuvo la primera taberna del pueblo junto al lavadero público con un pequeño barril, un grifo y media docena de vasos. El Tiznao era una institución local; era hábil, y a pesar de ser manco atendía con toda presteza.

Allí se reunía la cuadrilla; el ambiente era grato, familiar, ameno. Se planeaba la actuación y recorrido siguientes y se daba un repaso a los sucesos locales: bodas, noviazgos, guerras, política, sucesos que aparecían en “La Linterna” aquel “El Caso” de la anteguerra.

La picaresca bienintencionada, bienhumorada, se asentaba casa de El Tiznao. Se bebía sin estridencias, con unción, con recogimiento, como en un rito ancestral.

Un trago y unos garbanzos, a veces michirones, con guindillas que picaban como diablos… a aquellos que eran como los ángeles nocturnos que velaban al sueño de sus paisanos dormidos.                       

        Mateo García Martínez





-          Diario Línea de Murcia. Mateo García Martínez. “ANTONIO “EL MARINERO”, UNICO SUPERVIVIETE DE LOS AUROROS”. Miércoles 13 de septiembre 1972.




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